viernes, 26 de julio de 2019

Nostalgia



Viajó la vida por mis venas, dulce.

Con ternura y añoranza lo contemplo:

el tesoro más amado de mi infancia,

el que creció conmigo y ya no tengo.

Una, dos, tres, cuatro.



Una, el ángel que velaba por mis sueños.

Dos, el alma que entretejía versos.

Tres, la razón que en silencio me esperaba.

Cuatro, la llama que encendía los luceros.



Hoy suspiran en la puerta de mi tiempo

e iluminan el hogar con su mirada:

la palabra certera abre caminos

y la mano edifica con confianza.

Una, dos, tres, cuatro.



Una, la amiga y compañera, siempre atenta.

Dos, la tradición del trabajo y la esperanza.

Tres, la nobleza, blasón de los desvelos.

Cuatro, la siembra constante, el ave que acompaña.



En el encanto de esta siesta fría,

se acercan a mi mesa mis abuelos.

Ellos, con su impronta de inmigrantes,

escribieron en mi alma sus anhelos.

Una, dos, tres, cuatro.



Una, Cecilia, cómplice de todos mis momentos.

Dos, Luis, el incansable constructor de templos.

Tres, Felipe, serio guardián de la familia.

Cuatro, Ida María, suave impulso a mis intentos.



Ya se fueron, mas creo que no importa,

porque vuelven, acarician mi pelo,

ocupan un rincón de mi nostalgia

y recortan la silueta del recuerdo.

Una, dos, tres, cuatro.

Mabel Pruvost de Kappes

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