La poesía es el canto del alma, la expresión sublime de la vida, un regalo a los ojos y el ritmo de las palabras.
La poesía viste nuestro camino cotidiano y pinta imágenes en el claroscuro de la realidad.
Es un bien que descuidamos, porque nos aparta de las urgencias que nos cercan diariamente.
Es voz de los recuerdos y las ansias.
La poesía, forma interna del mundo conocido y a la vez ignorado... ráfaga que nos refresca si se incendian nuestros pensamientos y que nos toca muy hondo, para que derramemos luego nuestro sentimiento.
Sergio Geese ha rescatado en estas páginas un mundo muy particular, con pinceladas de dolor pero también de amor, retratando el sufrimiento pero, a la vez, invocando a la esperanza, para que cada uno de los lectores, siga construyendo ese lugar, interno o externo, que sea capaz de albergar una realidad que nos golpea y a la vez nos interpela, con un entramado de aspiraciones y valores.
Él es el demiurgo. A cada uno de nosotros, sus lectores, corresponderá completar la creación que hoy nos moviliza.
La apertura del libro nos sorprende con un parto... en el que la fuerza y el éxtasis nos sumergen sin anestesia en este alumbramiento de palabras.
La apertura del libro nos sorprende con un parto... en el que la fuerza y el éxtasis nos sumergen sin anestesia en este alumbramiento de palabras.
Paseamos luego con personajes como La Lucy que carga Historias, hambre y hombres, como estigmas.
Cruzamos el puente Pueyrredón, que amplifica las angustias del Riachuelo, y el humo de un cigarrillo nos pinta un hombre Solo.
Pedro Changa le retruca a la desgracia mientras el mundo está solo, incomunicado cuando todos se preocupan y ocupan por sumergirse en la tecnología que aísla y avasalla.
Con El Sufriente nos hundimos en remolinos de soledad, para sentirnos lastimados y seducidos, como la voz lírica de perdidos.
Cuenta latas pinta dos geografías: el paisaje externo con mapas de estrellas y el interno del que se alimenta de carencias mientras el sufrimiento es su único maestro. Así nos sentimos tan desolados que buscamos refugio en una casilla de chapa cartón.
La ignorancia y el dolor vuelven a explotar en el 601 mientras el Rulo va aturdido de tristeza y asumiendo borracheras " sin comida y sin perdón".
Haciendo fila estallan las voces en la soledad del silencio
A partir de aquí, huimos al monte con La suerte de mi tierra. Allí sangramos en astillas, y pegan profundo las heridas de nuestro suelo.
El paisaje rural se esconde y se revela en Pozo Seco, Río Bajo, Barquero de Ausencias.
La Voz del Río nos llama, grita, si nos hacemos los sordos.
Deberíamos saber que la poesía aún puede sorprendernos con su capacidad de resurgir de las cenizas, porque aparece el Fénix en Principio que es un nuevo origen promediando el libro.
La Voz del Río nos llama, grita, si nos hacemos los sordos.
Deberíamos saber que la poesía aún puede sorprendernos con su capacidad de resurgir de las cenizas, porque aparece el Fénix en Principio que es un nuevo origen promediando el libro.
Ellos caminan con el motor del corazón. Un milagro florece en Jornalera de la vida mientras la milonga de Juan Muraña conmueve al barrio y al lector, atravesándonos como una cuchillada.
Cuando el poema se queda sin palabras, se escurre extrañándote
Surge con latido de murga la pasión popular, luego nos pinta con arte de sonrisas la tarea de los muralistas, nos enreda en el juego la partida.
Parto con el corazón Dulce en lo simple, Viudita de los andamios, son títulos de otros tantos poemas, pero se engarzan en las palabras simples y sentidas del autor que los redime compartiéndolos.
Luego el verso se hace folclore, tierra, vuelo en Estampa sumampeña, y Razón de ser, para ubicarnos, Entre lo lejos y lo cerca, bah, a la distancia de un Pétalo.
La chacarera de la lavandera, hace hablar la espuma, como La sencilla tonada del camino, nos guía por las palabras.
La vida costera desemboca Entre cielo y tierra, El sentir legüero brota en las peñas.
Y en la flor de un cacto Fusión de arena y sol reencuentra el camino para volver al afecto.
En el Ocaso entona una Tonada por la vida, y remonta Vuelo con La fuerza de los impávidos
Todo el poder de la palabra se condensa y estalla en una poesía.
A veces nos golpea, a veces nos acaricia.
Pero lo importante es que nunca, nunca, nos quita la esencia.
Será por eso que la palabra es LA FUERZA DE LOS IMPÁVIDOS.
Mabel Pruvost de Kappes
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