Cuando pienses que ya has perdido todo:
tus sueños, tu sonrisa, tu raíz, tus alas…
Cuando ya no queden en tu cuerpo:
el aliento del amor, ni la fe, ni la esperanza.
Cuando sientas que tus huesos se derrumban
y derriten, que tu sangre ya está helada…
Sólo intenta confinar tu sentimiento
y elevar hacia el cielo una plegaria.
Envuélvete en el Señor, bebe su luz,
bendice el dolor que te acorrala
déjalo libre, y atrapa en un rezo
lo que ya no cabe en una lágrima.
transforma la falaz desilusión
en el bálsamo feliz de la Palabra.
Mabel Pruvost de Kappes
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